Con frecuencia  acuden  madres muy preocupadas a nuestra consulta, refiriendo problemas de relación en su hijo o hija, sobre todo en el medio escolar, provocados por la forma y/o tamaño de sus orejas.

Generalmente se trata de las llamadas orejas de soplillo o prominentes en las que el pabellón auricular parece plano por ausencia o  deficiencia  de un pliegue llamado antehelix, y a la que puede asociarse  una excesiva profundidad de la “concha” de la oreja , lo que provoca que la oreja se vea despegada.

Solamente el 50 por ciento de las orejas prominentes se detectan de forma  inmediata trás el nacimiento. Existen estudios que aconsejan comenzar el tratamiento lo más precozmente posible, utilizando  dispositivos cuyo principio en común es mantener una posición corregida de un determinado pliegue de la oreja durante el mayor tiempo posible en las etapas iniciales de la vida.

Estos dispositivos deben ser de un material poco irritable para la piel de la oreja (tubos moldeables de silicona y tiras adhesivas hipoalergénicas de papel). La presión deberá ser limitada para evitar daños.

Nuestra experiencia nos dice que  los resultados son escasos. Es complicado colocarlos en la oreja de un  bebé y que no se muevan. Por otro lado, se deben llevar durante meses y el mayor tiempo posible, lo que tampoco resulta fácil.

Hacia los cinco años de edad el pabellón auricular ya está formado con todos sus pliegues; es entonces cuando se puede valorar el defecto. Sin embargo, hasta los siete años los niños no comienzan a darle importancia, que es cuando pueden oír comentarios que pueden provocar problemas escolares.

Por lo tanto, nuestra indicación es realizar la intervención sobre esa edad, siete años, cuando el niño es capaz de entender la intervención y colaborar en el post-operatorio.

Generalmente una otoplastia se realiza con anestesia local y sedación, la duración es de una hora y media y se trata de  cirugía ambulatoria. Consiste en hacer una incisión en el pliegue posterior de la oreja, se despega la piel del cartílago y, mediante una combinación de debilitamiento del cartilago y suturas internas, se modifica la oreja, recreando un nuevo pliegue de antehelix y reduciendo la concha auricular.

Durante los primeros días es necesario llevar un vendaje compresivo, que los niños lo toleran muy bien, para sustituirlo posteriormente por una cinta.

La otoplastia es una cirugía muy agradecida, los niños (y más aún los padres) están encantados de la vida al mes. Olvidan por completo cómo eran sus orejas anteriormente.

Pero no podemos olvidar los pacientes adultos que vienen a la consulta para resolver el problema que decididamente les ocasiona la forma de sus orejas. Nos refieren como llevan toda la vida  evitando situaciones en  que puedan quedar muy expuestas (no llevar cabello corto o recogido, no salir del agua con el cabello mojado, peinados que disimulan, etc.)

Si en los niños puede ocasionarles problemas de relación, podemos decir que los adultos no se quedan libres ni mucho menos. La satisfacción tras corregir las orejas de soplillo en un adulto a veces llega a ser sorprendente.

En definitiva, no existe una edad determinada para la otoplastia. En niños es recomendable  a partir de los siete años y los  adultos siempre estamos a tiempo de corregir ese  defectillo que, insistimos, nos consta la «tortura» que les produce.