Andrea es técnico de turismo y vive con su marido en Azpeitia, en el interior de Guipúzcoa. A sus 37 años tiene cuatro niños que van desde los diez a los tres años. Aunque hoy en día no es lo más común, tanto a ella como a su pareja, Kepa, siempre les han gustado los niños y por ello no les costó nada “ponerse en faena” pronto. Andrea es de esas personas a las que sentirse embarazada les llena de felicidad. Pero eso no resta de que han sido diez años duros que le han unido a Kepa de una forma trascendental. Durante estos diez años abandonó su trabajo, por elección, para dedicarse íntegramente a su familia. Se siente orgullosa de haber sido un “ama de casa” y todavía maneja con gran habilidad la atestada agenda de actividades extra escolares, deportivas, académicas y citas médicas de sus hijos. Pero ahora que el más pequeño está dejando los años más intensos de crianza empieza a mirar hacia si misma. Con Kepa han decidido “cerrar el grifo” y él se ha sometido a una vasectomía. Su situación económica les permite tener ayuda en casa y Andrea se plantea reanudar su trabajo de forma liberal.

Cuando escasamente cumplidos los 27 tuvo su primer hijo el cuerpo respondió perfectamente tras el embarazo. Andrea siempre ha cuidado su dieta y consiguió no aumentar de peso durante el embarazo más allá de lo que dictaba la madre naturaleza y su ginecólogo. Nunca ha fumado y practica ejercicio de forma habitual sin llegar al sacrificio del deporte. Va a todos lados andando y cuando el tiempo se lo permite, le relaja, como ella dice, “hacer burbujas” nadando media horita en la piscina. Con esa base en pocos meses recuperó su figura sin mayor secuela que un pequeño aumento de la curva de su barriga por debajo del ombligo que siempre le recordaba sus tres primeros meses de embarazo. Las cosas no fueron tan idílicas en los embarazos posteriores, aparecieron estrías en la piel, una hernia umbilical y la distensión de la barriga ya no era la propia de un embarazo de tres meses sino más bien de seis. Algo que le fastidiaba cuando algún conocido, que hacia tiempo no veía, le preguntaba si estaba embarazada de nuevo. Su pecho corrió una suerte paralela y también se resintió, especialmente tras el tercer hijo que se aferró a él hasta casi el año y medio.

Andrea se iba reencontrando con su espejo del que se había alejado durante todos estos años y aunque la maternidad le había llenado de felicidad no dejaba de dibujar una mueca. Mueca que se acentuaba cuando otras contemporáneas amigas que no habían tenido todavía hijos, lucían en verano, encorsetados vestidos que se encontraban muy lejos de su alcance físico.

Casi sin darse cuenta se descubrió a si misma buscando soluciones por internet y así fue como encontró una palabra que parecía resolver sus inseguridades físicas: Mommy Makeover. Se trataba de una web de Cirugía Plástica y Estética de San Sebastián y el tema le inquietó lo suficiente como para pedir consulta con la Dra. Alcelay. Pensó que una mujer, madre como ella, le entendería mejor y que sin duda podrían compartir cierta complicidad como así ocurrió.

A la consulta con Olatz fue con Kepa, quien a pesar de que no compartía sus preocupaciones le mostró en todo momento su apoyo en la decisión que tomase. El diálogo fue largo, se barajaron distintas posibilidades, las exigencias del postoperatorio, la logística del mismo y el tiempo que sería necesario para reencontrarse de nuevo a si misma. A Andrea le preocupaba poco este último punto ya que se sentía muy motivada a hacerlo. De la consulta salió con un plan de trabajo: Abdominoplastia con Mastopexia sin implantes y una liposucción complementaria sobre la zona de los flancos y la cintura que sin ser una preocupación previa para ella le parecieron la guinda al pastel.

No fue necesario mucho más que el camino de vuelta a casa para tomar la decisión, algo más de un mes para que fuese realidad y otro mes para volver a entrar por la puerta de la consulta de la Dra. Alcelay con una sonrisa. Ahora que todo había pasado recordaba las palabras en un vídeo que había visto de ella en internet. Tenía razón. A ella le había aportado un átomo de felicidad a su vida, quizás dos. Para muchos insignificantes pero para ella decisivos a la hora de mostrarse más segura de si misma y disfrutar con sus hijos y con Kepa de todo el amor de la familia que habían creado.