Marta, una diseñadora de moda con sede en San Sebastián, vivía y respiraba el mundo de la estética y la belleza. Su trabajo la mantenía al tanto de todas las últimas tendencias de belleza que inundaban las redes sociales y las pasarelas de moda. Con sus ya algo más de 40.000 seguidores se encontraba camino de considerarse una influencer. Estaba convencida de que ese era el camino del éxito y todos los días dedicaba una parte importante de la jornada a mantener su Instagram vivo. Ahora ya le había cogido el truquillo y controlaba los titulares, los filtros, las poses y los gestos que hacían que cada publicación sumase más seguidores.

En su búsqueda de “likes” recaía también a menudo en perfiles de anunciantes que ella consideraba le mantenían “en la actualidad” de lo que se movía en el sector.

Hace unas semanas se fijó en un aplicación de Inteligencia Artificial que le pareció espectacular. Con una simple foto en primer plano la App puntuaba del 0 al 10 tu belleza y te sugería los cambios necesarios para mejorar tu puntuación. Con cierto nerviosismo se dispuso a probarla y TACHAAAAN! 8 sobre 10, la ponían en un buen lugar.  La aplicación le sugería corregir el exceso de piel en sus párpados superiores (blefaroplastia) y hacer desaparecer las arrugas de la frente mediante toxina botulínica para mejorar su puntuación hasta 9 sobre 10. Se miró en el espejo… nunca antes se había fijado en que tuviese ningún exceso de piel en párpados superiores. Desde ese día Marta no puede apartar sus ojos de los párpados ante el espejo y de fijarse en las fotografías de seguidas y seguidoras a las que ella considera atractivas.

– ¡Por qué no intentar llegar al 9 sobre 10! Parecía muy fácil. ¡Siempre hay que tener abierta la posibilidad de mejorar! – No se lo pensó dos veces y cogió consulta con la Dra. Alcelay en IVANCE. Aunque llegó a la consulta cargada de ilusión no tardó en venirse abajo cuando notó que la doctora perdía interés en su caso e incluso se lo desaconsejaba con argumentos de “puedes esperar”, “eres demasiado joven”, “es muy desproporcionado” e insistiendo en las cicatrices que quedaban.

Desilusionada se fue a casa con el “run – run” en la cabeza de lo que habían hablado en la consulta. Cuando llegó a casa se miró en el espejo y de repente pareció que todo se veía más claro.

Como diseñadora de moda siempre había sido una persona que valoraba la individualidad y la autenticidad. Para ella, la belleza no se trataba de seguir ciegamente las tendencias, sino de abrazar lo que hacía única a cada persona. A medida que pasaban los años, la presión de las redes sociales y la industria de la moda aumentaba y los buenos propósitos parecían haberse quedado atrás. Se dio cuenta ante el espejo de que el “algoritmo” había ya decidido quien era ella y quien debía ser. Lo que un día fue la simple curiosidad de detenerse a ver un rostro bonito en Instagram se había convertido en un “tsunami” de rostros calcados de pómulos grandes, labios carnosos y pieles perfectas que le hacían cuestionar su propia imagen en el espejo y todo ello disfrazado de mensajes de “superación personal”.

“Se dio cuenta ante el espejo de que el “algoritmo” había ya decidido quien era ella y quien debía ser”

Marta se dio cuenta de que como ella había hecho, cada vez más personas buscaban tratamientos y procedimientos estéticos para encajar en estándares de belleza pasajeros. Fue consciente de cómo los algoritmos perpetúan estereotipos y prejuicios en detrimento de la individualidad y la variedad. Como si de una revelación se tratase comprendió que ella tenía el poder de que las cosas cambiaran.

Desde entonces Marta utiliza las Redes Sociales con rebeldía buscando diversidad. Ha dejado de hacer clics en contenidos sugeridos y prefiere realizar búsquedas de contenidos que le interesan. Cuestiona constantemente los estereotipos y las preferencias algorítmicas y se entrega a explorar contenidos y perspectivas que difieran de sus creencias preexistentes. Conocer gente con perspectivas distintas a la suya le ha dado la posibilidad de crecer personal y profesionalmente y le ha abierto puertas y caminos a explorar.

Ser auténtico. Singular… Esa es la clave. Los algoritmos, basándose en nuestros comportamientos y preferencias anteriores, tienden a mostrarnos contenidos similares que refuerzan nuestras propias ideas y gustos.

Sólo nosotros tenemos en nuestras manos el poder de generar cambios con nuestras acciones.

Como cirujanos plásticos buscamos en la perfección un modo de trabajo y no un objetivo a alcanzar.

Ayudamos a la gente a sentirse bien en su cuerpo sin cuestionar si son cuerpos perfectos.